De cuando en cuando olvido el motivo de la existencia de este blog.
Lo cotidiano me abruma con su trivialidad, y lo extraordinario es algo de lo que me apena escribir, por el miedo a no abarcarlo con suficiente amplitud, profundidad o claridad.
Pero las estructuras racionales que justifican el explayarme en este medio, son tan validas como siempre, y si fallé en acatarlas en este ultimo lapso de ausencia se debe a un curioso fenómeno.
Cuando asumo un papel, suelo sumergirme en el. A mayor cercanía con mi identidad, menor afectación del yo. Es cuando se presenta un papel radicalmente distinto a mi naturaleza, es que me pierdo en la interpretación del mismo.
Me es necesario arraigar en mi mente cosas tan alienigenas que mi enfoque a esa tarea excluye a "la flora natural" de mi mente.
Ahora mismo me siento como si hubiera arrancado una mascara que ya no distinguía de mi rostro. Y con la reaparición del yo en mi panorama mental, puedo recuperar la perspectiva y la identidad con la que mas afinidad he tenido en la vida.
Es algo extraordinario cuando asumes una mascara con tanta fuerza. Ver el mundo definido por el filtro de los ojos de alguien mas, sea real o imaginaria la inspiración de la mascara, el ver con sus ojos es una experiencia equiparable con los estados alterados de conciencia.
Compadezco sinceramente a las personas que están atrapadas en una sola cosmovisión. Y temo intensamente la amenaza latente de verme constriñido de esa forma en el transcurso de mi vida.
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